Cuerdas, música y naturaleza. “Ayres Extemporae” deslumbra en el ECOS Festival de Sierra Espuña

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La Santa acogió el pasado viernes una noche de música y emociones inolvidables

Cuerdas, música y naturaleza. “Ayres Extemporae” deslumbra en el ECOS Festival de Sierra Espuña

La noche es tranquila, estrellada y no muy calurosa. La entrada al Santuario de Santa Eulalia, en Totana, ya está preparada con luces, sillas, cámaras y los asistentes se van sentando mientras observan el escenario, todavía vacío. Se celebra la octava edición del ECOS Festival de Sierra Espuña, en el que interpretan música “Ayres Extemporae”.

“Ayres Extemporae” es un grupo musical formado por Xenia, que trabaja en la orquesta del norte de Holanda, Teresa, que trabaja en Bruselas y Víctor, profesor de conservatorio en Holanda. El nombre de este trío musical se debe a la relación del aire, el violín y la improvisación en la música.

Jorge Losana, organizador de este festival, sube al escenario entre aplausos para dar la bienvenida al público y orgulloso, admite que este evento va “echando raíces” y siendo cada vez más sostenible. “La intención del festival es traer los mejores grupos”, afirma Losana dando paso a los integrantes del grupo.

Los intérpretes empiezan a subir al escenario seguros, sonrientes… Se nota que han hecho esto muchas veces y son totalmente profesionales. Nada más ver el vestuario que utilizan, natural y desenfadado, y los instrumentos que los acompañan, de madera y cuerdas, ya transmiten tranquilidad, despiertan interés por escuchar su arte.

Antes de empezar, Víctor, el intérprete de violonchelo piccolo, invita al público a viajar a Roma, como si estuvieran andando por las calles italianas y fueran escuchando la música que suena en cada casa. Al haber humedad, tuvieron que afinar varias veces durante el acto, pero eso permitió un gran diálogo entre los músicos.

En un primer momento, comienzan a interpretar música antigua, donde la melodía va pasando del violín al violonchelo y viceversa. Era como si estuvieran narrando la complejidad de un cuadro, como si sintieran en sus propias carnes la tristeza más profunda con algún momento esperanzador, pero todo sin palabras. Tres intérpretes unidos que se movían al mismo son sobre el escenario para crear una obra mágica y compacta.

Rescatan algunas sonatas antiguas, entre ellas las de Corelli, que parecen poner voz a la naturaleza del entorno natural que rodea el evento. Los altos árboles, el suelo de piedra, el sonido del agua y la iluminación azul de la fachada del santuario son el “visualizer” perfecto para la ocasión. 

En los gestos de los músicos se notan los años de trabajo duro, disciplina y dedicación, pues parece estar todo calculado al milímetro, ensayado mil y una veces para no fallar. Si hubo algún error me atrevería a decir que nadie lo notó.

Las caras del público reflejan el asombro de los que están viendo y los “pzzicato” de violín van dando pasos hasta pasar a la segunda parte del recital, donde se lleva la música a la búsqueda interior del ser humano, que siente grandes tormentos hasta llegar a una paz interior, “Todo el mundo lo ha vivido alguna vez”, comenta Víctor. Cada nota es un pensamiento que viaja y se mezcla con otros pensamientos, un verdadero dilema interior del que es muy difícil salir. Por momentos parece como asistir a un entierro, como el mítico videoclip de “Back To Black” de Amy Winehouse”. Los arcos dejan frotar las cuerdas para ser cuchillos que se clavan sobre la piel.

Las dinámicas dan la sensación de estar subiendo y bajando escaleras sin parar, sin dirección alguna, pero siempre desembocando en una tranquilidad plena. Uno de los retos más difíciles para los intérpretes es luchar contra el sonido de las campanas del santuario, que lleva un tempo distinto al de las obras, algo que hace todavía más admirables a estos profesionales.

“Ayres Extemporae” logra marcharse con un propósito cumplido, haber hecho sentir al público las emociones más intensas pero a la vez las más diferentes entre sí, algo que con palabras no siempre es posible. Fue como caminar por una cuerda sobre el vacío para caer, pensar que no hay solución y, de repente, ascender con dos alas para volver a recuperar la estabilidad del ser humano, todo un proceso emocional de las personas narrado a la perfección, en un entorno natural, mágico y sobre todo, inolvidable.

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